Ya en casa, de vuelta a la zona de confort, después de haber vivido una experiencia tan grande como ésta, solo podemos darle gracias a la vida. Sentirnos afortunados por poder llevarnos una idea de este nuevo continente para nosotros, de como se vive allí, y romper estereotipos… nos ha gustado tanto y sorprendido a la vez que des de que nos subimos al avión ya estamos pensando en volver…

Más que un viaje ha sido una lección de vida, nos ha ayudado a crecer como personas, a reencontrarnos, a volverme a sentir dora la exploradora y ver esa expresión de emoción en la cara de John que tanto me enamora. Nos subimos al avión con ese nerviosismo característico de la emoción y el miedo a lo desconocido, sin saber con lo que nos íbamos a encontrar al cruzar el charco, pero tan solo pisar Lima supimos que teníamos que tener activos todos los sentidos, esto nos iba a gustar.

A la hora de organizar la ruta, lo hicimos de tal manera que nos diese tiempo de saborear todo lo que hacíamos y llevarnos una idea general de cada lugar en el que estuviésemos, y no podemos estar más satisfechos de nuestro itinerario para ser el primer contacto con el continente.

SudAmerérica es un continente enorme, con millones de lugares por conocer. Nosotros decidimos comenzar a descubrirlo dándole mayor tiempo a Perú y combinando a la vez pinceladas de Bolivia y Chile, y aunque hagan frontera y se hable el mismo idioma, os aseguramos que son tres países totalmente diferentes.

Des del primer momento no hemos sentido nunca esa inseguridad de la que tanto se habla, al contrario, su gente nos ha acogido con los brazos abiertos. Al hablar el mismo idioma podemos afirmar que nos ha unido mucho más a ellos, nos han resuelto todas nuestras dudas, ayudado, aconsejado y enseñado con amor y pasión su manera de vivir la vida, tan diferente a la nuestra, tan mágica y tan respetable.

Conocer todo lo que hemos conocido era un sueño personal pendiente, sobretodo Perú, por historias personales… pero lo que no me podía imaginar nunca era ¡cuanto me iba a sorprender todo lo que íbamos a vivir!

Ha sido como teletransportarnos a la España de los 80 / 90. Me di cuenta nada más subirnos en el primer taxi y escuchar que en la radio sonaba “Vuelve el amor” de La Unión, o “Que canten los niños” de Perales… fue una ola de melancolía a esos recuerdos de mi niñez, a vivir en casa con papá y mamá, a ver todo lo que había crecido y en la mujer que me había convertido… de verdad que nunca pensé que viajar me traería esas sensaciones…

No esperábamos encontrarnos con la belleza de esos paisajes, lugares sacados de otro planeta, tonos de colores que nunca habían percibido nuestros ojos. Y es que os juro que las imágenes no le hacen justicia, que merecen ser visitados al menos una vez en la vida.

¡Y que decir de la gastronomía local! Nunca hemos comido tan bien como en este viaje… le ponen el mismo amor a la hora de cocinar que el que le ponen para dirigirse a ti, eso sí ¡olvidaros de las prisas! allí no existe el estrés ni el llego tarde. Nos encantaba ver a los locales sentados en los portales viendo la vida pasar, o como los bancos de las plazas estaban llenos de ellos leyendo el periódico, comiendo helados o jugando a los dados.

Volvimos a ver profesiones que ya no se encuentran en España pero que si que estuvieron mucho tiempo. En todos los lugares de interés estaban los retratistas de toda la vida, cámara en mano dispuestos a inmortalizar el momento de familias enteras que buscaban un recuerdo para toda la vida. Era una pasada ver como les revelaban las fotos “in situ”. También estaban los “limpia botas”, era muy común ver a muchos hombres y mujeres que se dedicaban a ello.

Reímos mucho conociendo su vocabulario y comparándolo con el nuestro, hay que ver lo bien que pronuncian las palabras en inglés. Aprendimos Quechua, Aimara y nos sorprendía que en los STOP ponía PARE, totalmente lógico. Además, ¿sabéis como le llaman al parking? Playa jejejeje así que cuando uno se queda sin tener vacaciones, se bromean entre ellos diciendo que la única playa que van a pisar es la de los coches jejeje

No os podría decir cuantas veces se nos ha acelerado el corazón en este viaje… el día que hicimos sandboard en las dunas de Ica, el momento en que las nubes se disiparon para dejarnos ver el Machu Picchu, la primera vez que sentimos la altura, al pisar el salar de Uyuni cubierto de agua al atardecer, al ver volar a los flamencos en las lagunas altiplánicas, al reencontrarnos con personas importantes…

Ha sido el viaje de las sorpresas, de dejarnos llevar, de encontrarnos con cosas sin esperarlas… de hacer muchos kilómetros en transporte público, una herramienta que todavía no habíamos probado y la cual nos daba bastante respeto pero que ha salido genial.

Nos traemos a grandes amigos de este viaje, personas que no sabíamos que se iban a cruzar en nuestras vidas y que probablemente no volvamos a ver pero que a su vez han dejado huella en nuestros corazones.

Arturo y su mujer, nuestro taxista y guía durante nuestra estancia en Cusco, con el que compartimos grandes momentos e historias… Elmer, nuestro guía durante los tres días en Uyuni, una historia de vida que pone los pelos de punta y que hizo más especial este tour si cabe…y Fernando y Amanda, una joven pareja chilena que nos recordó a nosotros en nuestros inicios viajeros y con los que compartimos grandes experiencias…

Qué mágico es viajar, como me gusta esa sensación de libertad… Nos hemos sentido tremendamente a gusto, todo lo que hemos vivido ha sido un regalo para nuestra experiencia de vida y nuestro aprendizaje… estamos deseando contaros nuestro día a día e intentar que sintáis lo mismo que hemos sentido nosotros y lo podáis disfrutar 🙂

Nuestras caras de la última foto de estas líneas resumen a la perfección todo lo que os he contado, y solo nos queda deciros que ¡¡SudAmérica os está esperando con los brazos abiertos viajer@s!!